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Así construyen las grandes empresas soluciones que cambian el mundo

Luis Guijarro
Business Builder
18 may 2025
Imagina que eres una de esas corporaciones enormes, con bolsillos llenos de recursos, datos que podrían predecir el clima del próximo siglo y un equipo que sabe más de lo que cualquier startup podría soñar. Podrías quedarte tranquilo, haciendo lo mismo de siempre: vendiendo tus productos de siempre, contando los billetes de siempre. Pero, de pronto, decides que no. Que vas a usar todo ese poder para algo más grande, algo que no solo engorde tu cuenta bancaria, sino que también haga la vida más fácil a los demás. Eso es el Corporate Venture Building: meterse en el barro del emprendimiento con la ventaja de ser un titán. No es comprar una startup ni apostar dinero a ciegas; es construir desde cero un negocio que encaje con lo que ya sabes hacer y que, de paso, deje huella.
En un mundo donde todos hablan de problemas como el acceso a servicios digitales, la sostenibilidad o cómo hacer las cosas más eficientes, el CVB es como un superpoder para las grandes empresas. A diferencia de otros modelos de innovación, aquí la corporación se arremanga y crea algo propio: diseña, prueba y lanza ventures que van de la mano con sus planes a largo plazo. Y no es solo por diversificar o por presumir de innovación; cuando sale bien, el resultado es una solución que hace la vida más fácil para un montón de gente.
El secreto del CVB no es ningún misterio: se trata de encontrar un problema real y resolverlo con algo que funcione. Es el mismo truco que usa el puesto de tacos de la esquina: si la salsa pica y la tortilla aguanta, los clientes no paran de llegar. Pero en una escala mayor, una corporación puede apuntar más alto, como digitalizar un sector que parece atrapado en los 90 o hacer que la energía limpia deje de ser un lujo. Cuando lo logran, no necesitas fuegos artificiales para ver el impacto: las cosas simplemente empiezan a funcionar mejor.
En Estados Unidos, donde el emprendimiento es casi un deporte nacional, el CVB está cambiando la jugada en sectores como la tecnología, la salud y la manufactura. Estas ventures no son solo trofeos para la vitrina corporativa; son pruebas vivas de que, al atacar problemas reales, se puede mejorar la vida cotidiana. Ejemplos claros son Slack o Zappos. Slack nació de la mano de AWS y logró convertirse en la plataforma de comunicación empresarial preferida por más de 12 millones de usuarios activos diarios en menos de 5 años, sin perder su identidad. Zappos contó con el apoyo de Amazon, que revolucionó la venta online de calzado y alcanzó mil millones en ventas en menos de 10 años, centrándose en la experiencia del cliente y creando una cultura corporativa única. Estas ventures han mostrado que, al innovar, se pueden crear soluciones que mejoran la eficiencia y la experiencia del consumidor sin necesidad de hacer ruido; los resultados hablan por sí mismos. No hace falta gritar “¡impacto social!” desde los tejados; el beneficio está en los hechos.
Un as bajo la manga
Lo que hace brillar al CVB es cómo aprovecha lo que solo una gran empresa tiene: datos que adivinan lo que quieres antes de que lo sepas, redes que tocan cada rincón del planeta y un presupuesto que permite apostar fuerte sin temblar. Eso les da una visión panorámica y velocidad para actuar. Si los datos dicen que la gente está harta de esperar semanas por un trámite, una venture puede solucionarlo en meses, no en décadas. Y no es solo rapidez; es escala. Pueden meterse con problemas gigantes, como crear baterías que hagan las renovables más baratas o plataformas que saquen del pasado a industrias enteras.
La tecnología es el combustible de este motor. Con inteligencia artificial, puedes analizar datos hasta encontrar soluciones que parecían imposibles. Las plataformas no-code, por su parte, son como un atajo mágico: hasta el equipo de ventas puede armar un prototipo sin rogarle a los programadores. Juntas estas herramientas con el poder de una corporación, y una idea pasa de ser un sueño a un negocio real más rápido de lo que canta un gallo. Y cuando funciona, no solo hay ganancias: hay vidas más simples, problemas resueltos.
El ecosistema emprendedor crece como la espuma, y estas ventures están en el centro de la acción, creando trabajos, trayendo ideas frescas y empujando industrias anticuadas al siglo XXI. Desde hacer la energía renovable algo que todos puedan pagar hasta revolucionar la salud con inteligencia artificial, estas iniciativas están resolviendo problemas que tocan a millones. No es solo negocio; es abrir puertas, dar empleo y poner soluciones al alcance de quien las necesita. Son cambios que no solo lucen bien en un informe anual; hacen el mundo un lugar un poco mejor.
El trabajo bien hecho
Lo que me encanta del CVB es cómo prueba que el trabajo bien hecho, con un propósito claro, termina siendo un servicio por sí mismo. No hace falta que sea perfecto ni que salve el planeta de golpe. Basta con que resuelva algo, con que mejore lo que había antes. Una plataforma que agiliza trámites digitales puede quitarle horas de estrés a la gente. Una solución que ahorra energía puede bajar cuentas y cuidar el ambiente a la vez. No necesitan discursos rimbombantes; son resultados que hablan solos.
El CVB lleva esto al siguiente nivel. Con los recursos y la capacidad de innovar de una gran empresa, muestra que los gigantes también pueden jugar un papel relevante en aquello que importa. No es solo competir o sumar ceros a la cuenta; es usar lo que tienes para enfrentar problemas reales, desde los más simples hasta los más complicados. Y cuando lo haces con excelencia, el impacto es evidente.
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